UN DISCRETO SILENCIO
13-04-08
Los domingos, por aquello de la inercia diaria, suelo levantarme temprano, a la misma hora que un martes o miércoles cualquiera de estas semanas, que se atropellan en los calendarios, con más prisas que pausas.
Pero los domingos es distinto. Hay algo en el aire que se respira y hasta se corta imprudentemente, con cierta desvergüenza, diría yo. Es el silencio.
Los pájaros, acuden cada mañana, nada más salir el sol, para recoger las posibles migas de pan y algún gusano de las macetas de mi terraza. Pero los domingos, no se acercan hasta que el astro rey está bien alto y son algo más de las nueve.
El tumulto mañanero de cada día, desaparece de nuestras calles, para convertirse en acelerones circunstanciales de algún dominguero arrebatado por las ganas de sacar su buga para darle caña.
Da gusto pensar como un poco de silencio, supone el respiro que todos necesitamos para poder soportar la estrepitosa cadena que arrastra el tiempo. Lo malo del asunto es que, si este silencio se prolongase demasiado, llegaríamos a coger el gusto que provoca y después nos vestiríamos de indiferencia cayendo en un hastío indeseable de funestas consecuencias.
¿Y de lo nuestro qué?-preguntaría el asiduo solicitador de curro al amigo del conocido del pariente del politiquillo de turno- ¿Se sabe algo de lo mío? – volvería a insistir ante el silencio del amigo del conocido.
¡Nada de nada!-respondería dándoselas de importante el interlocutor arrimao- ahora están de consultas y preguntados, y ya se sabe que las cosas de palacio.......
Mientras tanto, seguirá el silencio llamando a nuestras mañanas, cada vez un poquito más tarde, hasta que ya, la costumbre, se convierta en el más frustrante de los olvidos.
Hoy es domingo y cuando termino de escribir estas páginas, después de hojear el periódico, los pájaros siguen sin acudir a mi terraza y el silencio lo encuentro más prolongado que otras veces, así que seguiré el ejemplo del Obispo Don José García Goldaraz que paseando por delante de unos obreros que se habían quedado dormidos y viendo como su acompañante les llamaba increpándoles para que se levantasen, le cogió del brazo y le hizo guardar silencio diciéndole: ¡¡calla hombre calla, déjales que duerman porque malo será cuando ellos despierten!!.
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