ADULADORES DE PLUMA EN RISTRE
No me gustan los aduladores, para nada, ni los trepas, y mucho menos esa clase a la que se ha dado en llamar: “barrigas agradecidas”.
Algunos de ellos son capaces de experimentar una especie de metamorfosis variante, que cambia constantemente, según sople el aire por poniente o por occidente.
Es, en definitiva, un cierto espécimen de ficción, sacado de las páginas de Alan Poe, pero descrito con la rudeza de Kent Follet, que no tenga ni del uno ni del otro, pero eso sí, con la intención de desconcertar a la peña.
Hace poco leía un artículo publicado en las páginas de un periódico, que omitiré por vergüenza torera, donde el mencionado saltimbanqui de la pluma se desahoga periódicamente, vertiendo un mar de garabatos y sandeces que, según él, ha vivido y que me van a permitir que ponga en duda.
Algunas de sus heroicidades son tan temerarias que osa dar fechas y situaciones, además de ciertos nombres, sin pararse a pensar que, en muchos de los casos, un servidor y otros como yo, hemos vivido la época, hemos conocido el lugar y hasta hemos alternado con esos prójimos que, desgraciadamente para él, fallecieron antes que él mismo hubiera venido al mundo y por lo tanto, jamás pudo conocerlos, ni jugar con ellos a la “píndola”.
Desde luego, imaginación no le falta al aprendiz...¡qué digo!..consumado maestro de la pluma estilográfica, lo malo es que como siga así, va a terminar por creérselo él mismo y pasará pronto a esa ingente legión de aduladores, trepas y barrigas agradecidas que he mencionado al principio.
Que la Santa Compaña nos coja confesados para no caer en el campo magnético de semejantes criaturas en la isla de los malditos, pues siempre será preferible seguir con la sana costumbre de tocar levemente el ala de nuestro sombrero, al paso de una dama, ceder el asiento preferente en sitios públicos y privados y bajar de las aceras al paso de las señoras.
Claro que todo esto lleva consigo mostrar siempre la verdad, no venderse al mejor postor, ni cambiar de pensamiento ideológico, cada vez que sople el viento del este....o del oeste, como diría la maravillosa Pearl S. Buck.
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