ME GUSTA TU VIAJE A ÍTACA (A Lola Peiró excelente escritora, gran amiga y compañera)
Hoy he tomado mi café mañanero, como cada día, tras los cristales de un pequeño bar, en la Orihuelica del Señor, contemplando turbiamente esa fina lluvia que, sin caer en “pandos aguaceros”, como diría Miguelico, al menos a mí, me enerva el espíritu y me hace sacar o exteriorizar, ese duende romántico que llevamos quienes, de alguna forma, nos oficiamos con la pluma.
Con toda la paciencia trasnochada para poner en calma el desasosiego que me produce tanto catastrofismo, titulares del esperpento más caótico y todas aquellas noticias que te animan a cerrarte en banda y no leer, ni escuchar, ni tan siquiera ver las gilipolleces políticas, los atracos bancarios, maltratadores y otras corruptelas que nos atosigan a diario, me encuentro en la prensa bajo el genérico titular: “Voces y Miradas” un artículo de mi lejana amiga Lola Peiró, con quién tantas cosas compartí en aquellos años de pelear bajo el techo de las aulas.
Me gusta tu viaje a Ítaca Lola y tú sabes que siempre me gustó y que tu lucha por ocultar algunos días el teorema de Pitágoras o la famosa ley de Ohms, sustituyéndolos por la provocación descarada de un debate en clase, enseñando a vivir a aquellos puñeteros rapaces, descubriéndoles que hay algo más en el camino, antes de llegar a su Ítaca de las “pelas” y el triunfo final, era también mi lucha, muchas veces incomprendida y casi siempre atacada por quienes escondían los celos y la envidia en sus entretelas.
Al ver tu fotografía y leer tus comentarios, he podido materializarte tal y como eras, me imagino que seguirás siendo, una extraordinaria mujer, capaz de exclamar frunciendo el ceño bajo las gafas: “El principio de Arquímedes....” ¡válgame Dios!.... o simular un patético berrinche en los talleres del Sixto Marco reprendiendo a uno de aquellos mozalbetes, mientras me guiñabas el ojo disimuladamente a sus espaldas.
Ahora que lo pienso, te echo de menos Lola. Añoro tus saludos de: ¡buenos días uf!, corriendo por aquellos pasillos del primer piso, cuando casi llegábamos tarde a clase por recoger carpetas, libros, partes de guardia etc. de la sala de profesores. Creo que ni a ti ni a mi, nos gustaba tanta burocracia absurda y que nuestro verdadero placer, lo encontrábamos junto a aquellos ojos desorientados de jóvenes inexpertos a quienes intentábamos, de alguna forma, enseñar y educar en el reconocimiento de si mismos como personas útiles a la sociedad.
Por eso te digo, querida Lola, que me gusta tu viaje a Ítaca y que ya, desde la distancia, cuando las cosas se ven de otra forma y cuando estamos contemplando el desmán y la violencia de las aulas, quisiera recordarte algo que ya comentábamos antaño: “Al corro Manolo y a la gallinita ciega” se juega con los niños muy pequeños, con los mayores, con aquellos quinceañeros y más, se juega a otras cosas distintas.
Querida amiga, Lola, tengo en mis manos aquel Principio de Arquímedes ¡válgame Dios!, manuscrito con una caligrafía que nunca perdiste. Es una joya de la sinceridad y del consejo, así que, ¡ave a lo bueno, venga de donde venga!
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