AL CRISTO DE LA BUENA MUERTE
A la Hermandad del Cristo de la Buena Muerte, con el recuerdo
de toda una infancia visitándole junto a mi madre,
que me infundió el amor y veneración que hoy le profeso.
CRISTO DE LA BUENA MUERTE
Doblan las campanas, más allá de la madrugada,
cuando los cielos lloran sobre las torres
y bañan soportales de viejas arcadas.
Tres golpes secos de timbal y una rota melodía
abren los portones de un claustro enmudecido.
El tiempo se paraliza,
los hachones alumbran el camino,
y la quietud silenciosa de miles de rostros
flanquean la muerte del Justo,
con su andar cansino...tranquilo.
La buena muerte, que en su faz enseña,
un pálido rictus de labios cetrinos,
recoge su cuerpo desnudo,
la piel blanca...sus manos...
¡Oh Señor, qué serena es tu muerte!
escucho entre dientes, detrás de mí,
a mi lado.....
Apenas si queda noche....
en las calles, una fina lluvia
que cae sobre Cristo
y la triste melodía que le acompaña
se hace oración, más que gemido.
Los hachones apagan su lengua de fuego
y Cristo se queda en su muerte,
como cada año, junto a la Madre
en ese hallazgo bendito.
¡Oh Señor, qué serena es tu muerte!
escucho de nuevo, un suspiro.
Tony Juan
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