RELOJ QUE YA NO MARCAS LAS HORAS
Salvadas que sean las distancias y por ende, respetadas, me atrevo a llamar despacio y sin apenas rozar con los nudillos de la mano, la atención de quien corresponda, que por corresponder, estoy seguro, se dará por aludido y yo me libraré, eso me pienso, de guardar la salud familiar y no provocar tropiezos que al fin y a la postre, no conducen a nada.
Recuerdo que, de toda la vida, cuando las gentes de este pueblo pasaban o pasábamos, ¿por qué no?, por la Plaza Nueva en dirección al puente viejo, se nos iba la mirada, sin apenas darnos cuenta del acto reflejo, para echar un vistazo al reloj del viejo Ayuntamiento que se erguía orgulloso en su torre desvencijada por el tiempo y la desidia de los hombres.
Aquello era un ritual que muchos, todavía hoy, seguirán practicando sin que su pasada querencia pueda advertir, que el anciano reloj ha pegado un saltito, medio tiro de piedra, para ser colocado en una esperpéntica media torre, que además se ha instalado en una cuasi recién estrenada plaza, llamada de “Los Armaos”, usurpada en medio de la devastación, aún hoy incomprensible, de la romántica calle del Molino.
Desde luego lo de la calle del Molino, ya no tiene remedio y tanto es así, que da pena como muchos jóvenes ya ni se acuerdan ni saben de lo que estamos hablando cuando nombramos esa emblemática calle, que lo fue, en otros tiempos todavía cercanos.
Pero el reloj. ¡Oh el reloj!...eso es harina de otro costal, como diría el tío Pedro del camino de Beniel, de la vereda Liorna. Eso tiene más delito que lo del crimen de Cuenca.
Y ahí lo tienen, parado, sin manecillas, lleno de óxido, sin cuidados y dando la hora al pito del sereno de Madagascar.
Pero oigan, a quien corresponda, ¿tanto cuesta reparar ese reloj?...¿tanto vale devolver su esplendor a ese anciano de nuestras horas?..o ¿es que estamos por la labor de que aquí, lo viejo al rincón del abandono?.
Y digo yo que si a alguien se le remueve la conciencia y se ufana y se desvela (qué más quisiera) por echar una manecica a nuestro viejo cacharrico para que marque las horas...¿por qué no se fija también un poco en la torre y le devuelve su antigua forma y esplendor, a ver si así funciona con más alegría y se le olvida lo de la calle del molino y lo del viejo Ayuntamiento.
Claro que ya puestos en faena, se me ocurre y me viene a la memoria: la plaza del medio cipote, la plaza de los tampax, la redonda del coño (con perdón) y muchas más que me guardo, por aquello de la salud familiar que he dicho al principio.
Mientras tanto, Orihuela Gran Ciudad, seguirá llorando por sus esquinas, primando y alabando a lo foráneo, condecorando a los sufridores de la patria y abandonando en la más mísera de las ignorancias a esos pequeños grandes detalles, como nuestro viejo reloj del Ayuntamiento, que ya no marca las horas.
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