CRONICAS DE SEMANA SANTA 2010
Por fin, el tiempo con sus borrascas, anticiclones y otras impertinencias, no nos joroba la Semana Santa en Orihuela. Ya estaba bien y como lo prometido es deuda, hoy le hemos cambiado el perejil a San Pancracio, las flores a Santa Rita y la ramita de olivo al fraile de la capucha que, dicho sea de paso, no se la ha llegado a poner, en toda la semana y ¡ay! de él si se la pone.
Hemos visto una buena procesión de Domingo de Ramos, aunque se han echado de menos algunas caras en las Mantillas. Sabemos los motivos y esperamos que pronto pasen los nubarrones oscuros de la vida, ya que los del tiempo, no han podido pasar este año. Buena organización en los Azotes y cada año mejor y como siempre, Zalamea marcando su pauta de seria dignidad junto al magnífico quehacer de los costaleros y costaleras de la Virgen.
La Samaritana y el Prendimiento, dieron la impresión de estar en continuo crecimiento, por el gran número de nazarenos, sobre todo niños y adolescentes, que inundaron la noche del lunes. Y el rumor de la noche más traído y llevado en todos los círculos: el nuevo trono del paso de la Negación de San Pedro, que está siendo terminado en los talleres de Vicente Gimeno y que, al parecer, desfilará al año que viene.
El Perdón hizo una gran procesión, como corresponde a su prestigio y carácter, con muchos alumbrantes, orden y disciplina. Un corte inexplicable entre el Perdón y el Ecce-Homo, nos da que pensar en que habrá que cambiar el ritmo de los tambores del Tercio de la Cruz, hacer menos plantones y no dejar tanto espacio con el final del Perdón. Por lo demás, extraordinarios y sobre todo espectaculares la Guardia Pretoriana que una año más ha demostrado seriedad y saber desfilar.
Magnífica procesión la del Lavatorio y la Santa Cena que a decir de la inmensa mayoría que la vio, fue la mejor, sin lugar a dudas. Cualquier calificativo que le diéramos se quedaría corto.
Como siempre, la Procesión del Silencio, extraordinaria. Es nuestro paladín, un símbolo de identidad que nos caracteriza y este año, unida a la espléndida noche de luna que nos hizo, tuvo momentos de un lirismo totalmente perceptible por los sentidos.
La procesión general de viernes santo, se desarrolló bien, con orden, ligera y sin parones ni cortes que la hicieran pesada. Estamos en el camino de conseguir aquello que nos propongamos con la Semana Santa.
El Santo Entierro, otro de nuestro símbolos de identidad, peculiar donde los haya, cerró un sábado por la tarde, junto a esa Centuria Romana “Los Armaos”, una Semana Santa que será recordada en Orihuela.
Y el broche final, la apertura de puertas a una nueva vida, la puso en la madrugada del sábado a domingo, la Hermandad de la Resurrección, con su alegría, su blanco inmaculado y también esa juventud que la compone.
Esta Semana Santa de Orihuela, creo que ha sido dirigida desde lo más alto, por las manos expertas de Gabriel Miró y el corazón de zagal de la calle de Arriba de Miguel Hernández.
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